El cuento de Rumpelstiltskin

  Pocas veces oí el nombre de Rumpelstiltskin, y no estaba segura que haber oído nunca su historia, lo único que sabía era que robaba bebes e hilaba. Fue entonces con la serie "Érase una vez" (Once upond a time). Cuando me empecé a interesar más por este personajillo, ya que es mi favorito en la serie. Así que después de haber leído varias versiones del cuento (todas ellas contando la misma historia pero con una narrativa diferente), dejo aquí una versión estándar del cuento juntando los diferentes fragmentos que más me han gustado y añadiendo algún toque personal. 
 El cuento en general me gusta, salvo por el final. 

"Rumpelstiltskin"
 Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por sus dominios, que incluía la pequeña aldea en la que vivía un molinero con su hermosa hija. Al interesarse el rey por ella, el molinero mintió para darse importancia: "Además de bonita es capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca." El rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no dudó un instante y la llevó con él a palacio.
 Una vez en el castillo, el rey ordenó que condijesen a la hija del molinero a una habitación repleta de paja, donde había también una rueca.
- Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la verdad y convertir esta paja en oro. - Dijo el rey. - De lo contrario morirás. 

 El rey salió de la habitación cerrándola con llave y la pobre niña lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario hombrecillo.
- Buenas tardes señorita molinera ¿Por qué estáis llorando tanto?
- ¡Ay de mi! - Contestó la chica. - Tengo que hilar esta paja y convertirla en oro pero no sé como hacerlo.
- ¿Que me daréis si lo hago por vos?
- Mi collar. - Contestó ella.

 El hombrecillo cogió el collar, se sentó en la  rueca y... zis-zas, zis-zas, el hombrecillo hilaba la paja y se convertía en oro en las canilla, hasta que no quedó ni una brizna de paja y la habitación refulgía de oro.
 Al ver el rey tal proeza y guiado por la avaricia condujo a la joven a otra habitación más grande y con más paja.
- Veremos si puedes hacer lo mismo en esta habitación. - Dijo el rey.


 La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior, el hombrecillo apareció. 
- ¿Qué me daréis esta vez si torno esta paja en oro? - Preguntó el hombrecillo.
- Mi anillo. - Contestó la muchacha.
- Empecemos pues.
  Y... zis-zas, zis-zas, toda la paja en oro hilado se tornó. Pero la codicia del rey no tenía fin y al ver sus ordenes cumplidas anunció: "Repetirás la hazaña una vez más, si lo logras serás mi esposa." Pues pensaba el rey que, a pesar de ser la hija de un molinero, no hallaría mujer de mejor dote.
 Una noche más lloró la muchacha y de nuevo apareció el hombrecillo.
- ¿Qué me daréis esta vez?
- No me queda nada que daros. - Respondió sollozando la muchacha.
- Entonces cuando seáis reina me daréis a vuestro primer hijo.
 Aceptó la muchacha: "Quién sabe como irán las cosas en el futuro" pensó la joven. Y como ya había ocurrido antes, la paja se tornaba en oro mientras el hombrecillo la hilaba. 
 Cuando el rey entró en la habitación sus ojos brillaron de júbilo, más que el oro que estaba contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de sus esponsales.

 Al cabo de un año, rey y reina tuvieron un precioso retoño. La reina había olvidado su trato en el hombrecillo, yo por eso se asustó enormemente cuando una noche lo vio aparecer reclamando su recompensa.
- ¡Por favor, por favor! - Rogó la muchacha. - Ahora poseo riqueza, os daré lo que queráis.
- No comparéis el valor de una vida con algo material. Quiero a tu hijo. - Exigió el extravagante hombrecillo.
 Pero tanto rogó y suplicó la mujer que el hombrecillo conmovido dijo: "Tenéis tres días para averiguar mi nombre, si acertáis dejaré que os quedéis con vuestro hijo."


 Por más que pensó y se devanó los sesos la antigua molinera para dar con el nombre del extraño, nunca daba con la respuesta correcta. Al tercer día envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un hombrecillo que había visto saltar en el bosque a la puerta de una pequeña cabaña cantando:

"Hoy tomo vino,
y mañana cerveza, 
más tarde será mio el hijo de la reina. 
Nunca, jamás, adivinarán 
que por el nombre de Rumpelstiltskin me han de llamar."
 
 Cuando volvió el enano la tercera noche y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le respondió: "¡Rumpelstiltskin os llamáis!"
- ¡No puede ser! - Gritó él. - ¡No lo podéis saber! ¡Os lo ha dicho el diablo!
 Tan grande fue su enfado que dio un pisotón al suelo quedando su pierna enterrada hasta la mitad, y cuando intentó sacarla, el hombrecillo se partió en dos.

 FIN


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